27 dic 2014

Eternidad en lo fugaz de un beso

"El beso", Rodin


Tu boca

Escollo de buriles y pinceles,
es tu boca una vívida granada
que pide, tentadora y encarnada,
un beso audaz que la disuelva en mieles.

Cuando a la risa abandonarte sueles,
difunde en rededor tu carcajada
el grato olor a fruta sazonada
que hay en la intimidad de los vergeles.

Es abreviada gruta de frescura,
constreñido paréntesis de flores,
animado jardín en miniatura.

La besara con férvido embeleso
para sentir, muriéndome de amores,
la eternidad en lo fugaz de un beso.

Miguel Rash-Isla


Dmitri Shostakovich - Romance

26 dic 2014

El cometa Lovejoy por Navidad

Damian Peach

Para que nadie diga que no traigo imágenes navideñas, traigo una fotografía, realizada el 16 diciembre, que muestra el cometa Lovejoy (C / 2014 Q2) como si fuera un árbol de Navidad cósmico adornado de estrellas.

La preciosa coma está teñida de verde por el gas diatómico C2 que exhibe fluorescencia bajo la luz del Sol. Descubierto en agosto de este año, el cometa Lovejoy está actualmente atravesando la constelación Columba en dirección a Lepus, al sur de Orion, y es lo suficientemente brillante para que se pueda ver con prismáticos.


El 7 de enero hará la máxima aproximación a la Tierra, y su perihelio (el punto más cercano al Sol) se producirá el 30 de enero. Huelga decir que el perihelio de la Tierra tendrá lugar el 4 de enero de 2015.

Os recomiendo que aprovechéis porque el Lovejoy es un cometa de periodo largo: volverá a pasar en unos 8.000 años, el que esté entonces que nos cuente cómo se ve.

21 dic 2014

Un cuento para el solsticio...

Anne Julie Aubry


En un remoto país perdido entre árboles y brumas, en un tiempo que no era tiempo, cuando el mundo era aún un inmenso jardín sin estrenar, vivían unos seres etéreos y diminutos, pequeños como un pulgar, de piel suave y rosada y rostro delicado como el de un querubín. Tenían en su espalda unas alas volátiles y transparentes tan livianas que parecían de tul. Con ellas se desplazaban jugueteando entre las ramas de los arbustos, mientras transportaban a sus respectivas cuevas las semillas y bayas que les servían de alimento.

Durante la estación calurosa, cuando el bosquecillo en que vivían se cubría de una alfombra de flores y los días eran más luminosos e intensos estos seres diminutos eran especialmente felices. Era la época de la alegría y la abundancia, en la que nacían la mayoría de los bebés y también la de los juegos despreocupados y los baños en el riachuelo cercano, con gran alboroto de los jóvenes que allí descubrían por primera vez el amor.

Por eso, cuando llegaban las primeras lluvias y los días se iban acortando, nuestros diminutos amigos comenzaban a sentirse un poco tristes y alicaídos. En la estación fría, la vida cambiaba para ellos. Como dejaban de percibir el calor del sol en su piel y la luz se escapaba tan pronto entre las ramas, sabían que era el momento de abandonar sus diversiones y sus juegos y de retirarse a sus guaridas para intentar aislarse de las tormentas, las bajas temperaturas y la nieve. Era una estación larga y solitaria, muy dura para unos seres tan pequeños para quienes lo más placentero era pasar el día al aire libre recibiendo la caricia de los rayos del sol.

Una de las que peor llevaba el invernal encierro era la joven Mirra. Tal vez por su juventud, o porque su temperamento era más nervioso, no podía parar quieta en su cueva. Todos los días, a pesar del frío, salía envuelta en hojas secas al exterior intentando adueñarse del tibio resplandor del sol mientras en su pensamiento le suplicaba al astro rey que en esa ocasión se quedara un poco más para que la noche no fuera tan larga. Y así, jornada tras jornada, la joven se asomaba al bosquecillo con la esperanza de que la luz no se le escapara tan pronto por el horizonte. Hasta que un día, una tarde, se dio cuenta de que sus anhelos empezaban a hacerse realidad. ¡El sol había empezado a retrasar su partida! La noche ya no sería tan larga. En ese combate que la pequeña Mirra imaginaba entre las tinieblas y la luz, esta tímidamente comenzaba a ganar la partida.

Y Mirra se puso muy contenta. Empezó a cantar y a bailar, olvidándose casi del frío y de la nieve, mientras corría guarida por guarida dando la buena nueva a todos los que como ella deseaban la llegada de la luz.

Entonces estos seres diminutos hicieron una gran fiesta. El motivo no era para menos: la luz estaba venciendo. Las tinieblas se retiraban y daban paso al sol. Para animarle, encendieron fuegos, prendieron pequeñas teas de los arbustos y adornaron con guirnaldas de acebo y hojas secas sus moradas. ¡Que la luz llamara a la luz! Sacaron lo mejor de sus provisiones para compartir un rico festín y pasaron la noche entre canciones, bromas y bailes. No importaba el frío, la nieve era hermosa esa madrugada. Los pequeños seres alados estaban tan felices como cuando las flores crecen por el prado y los frutos cuelgan de las ramas. Lo estaban tanto que, para demostrarse su cariño y la amistad que los unía, empezaron a hacerse pequeños presentes, regalos sencillos que se entregaban unos a otros ilusionados y cuyos primeros destinatarios, como suele suceder, fueron los niños, auténticos protagonistas de los festejos con sus juegos y sus risas, que hacían que los adultos por unas horas tuvieran su mismo espíritu infantil.

Así cada año, cuando en el eterno retornar de las estaciones el sol inicia su anual victoria en el solsticio, los seres humanos también celebramos de algún modo nuestra alegría vistiendo de luces la noche oscura y, a la manera de la pequeña Mirra, festejamos en medio del invierno el nacimiento de una nueva luz que nos recuerda que tras las tinieblas siempre renace la esperanza.

Del blog "Universo de miradas"

Loreena McKennitt - In The Bleak Midwinter

14 dic 2014

Yo en ti, tú en mí

"Almas gemelas" Cristina Ruiz

Puede que pase el tiempo,
que las horas se acostumbren
a caminar solas
en los días que se sucedan
a partir de ahora;
que pasen tormentas cegadoras
enturbiando los sentidos
y ahogando
los recuerdos del ayer.
Todo puede ser,
todo puede ocurrir,
suceder,
yo solo puedo entender
el deseo que late
permanente en mi...

que estés a mi lado
y yo siempre en ti.

Nino López Alonso

Vivaldi - Cello Sonata in E Minor RV40 - Mov. 3-4/4

13 dic 2014

La noche en tu iris

Nebulosa Ojo de Gato



Tejo la noche
puntada a puntada
entremezclo las sombras, las horas
abiertas de par en par al silencio.

Bordo sobre su dechado
mis ojos fijos
en una sola idea:

Que no haya más noche
sino la de sus ojos.



Marta Sepúlveda



         Philip Wesley - The Approaching Night

6 dic 2014

El temblor de sus lágrimas, mi felicidad.

Diana y Endimión, de Francesco Trevisani


La luna durmió conmigo

Esta noche la luna no quiere que yo duerma.
Esta noche la luna saltó por la ventana.
Y, novia que se quita su ropa de azahares,
toda ella desnuda, se ha metido en mi cama.

Viene de lejos, viene de detrás de las nubes,
oreada de sol y plateada de agua.
Viene que huele a besos: quizá, esta misma noche,
la enamoró el lucero galán de la mañana.

Viene que sabe a selva: tal vez, en el camino,
la curva de su cola rozó con la montaña.
Viene recién bañada: acaso, bajo el bosque,
al vadear el arroyo, se bañó en la cascada.

Viene a dormir conmigo, a que la goce y bese,
y a cantar la mentira de que a mi solo me ama.
Y como yo, al oírla, por vengarme, le digo
"mi amor es como el tuyo", ella se ha puesto pálida.

Ella se ha puesto pálida, y al besarme la boca,
me ilumina las sienes el temblor de sus lágrimas.
Ahora ya sé que ella, la que en suntuosas noches
da su cuerpo desnudo, a mi me ha dado el alma.


Luis Lloréns Torres


Schubert "Serenade"

2 dic 2014

Hijos de las estrellas

Josephine Wall


Reminiscencia inmortal

Dime amiga, la causa de este ardiente,
puro, inmortal anhelo que hay en mí:
suspenderme a tu labio eternamente,
y abismarme en tu ser, y el grato ambiente
de tu alma inmaculada recibir.

En tiempo que pasó, tiempo distinto,
¿no era de un solo ser nuestro existir?
¿acaso el foco de un planeta extinto
dio nido a nuestro amor en su recinto
en días que vimos para siempre huir?

...


¿Tú también como yo? Sí, tú has sentido
en el pecho el dulcísimo latido
con que anuncia su fuego la pasión:
amémonos los dos, y pronto el vuelo
alzaremos felices a ese cielo
en que otra vez seremos como Dios.



Friedrich Schiller


Finzi - Romance in E flat major, Op. 11

Tu sola presencia...

Ilia Zomb


No pido sino tu sola presencia
tu dorada voz
y la tierna caricia de tu mano.
No pido sino tu amor
la sangre y tu deseo
para mi tiempo.
A cambio
yo para ti
como la planta para el rocío
la rama para el pájaro
la nube para el viento.


Margarita Carrera