Volviendo desde Cloghane
en la repentina helada
de una noche de noviembre,
fui emboscada
por el río de estrellas.
Desarmada por cielos iluminados
me había olvidado completamente
de este arco de oscuridad,
de esta noche negra
donde las estrellas cinceladas por la helada
eran notas arrojadas desde la caña de un gaitero,
florituras de la luz.
Así que yo no estaba lista
para el atroz glamour de Orión
cuando él emprendió el camino hacia Barr d’Trí gCom
en su cinturón de estrellas.
En Gleann na nGealt
su arco de estrellas
fue dirigido contra mi corazón.
¿Qué podía hacer yo?
Antes que terminar metiéndome en una zanja negra como boca de lobo
bajé dos veces,
me recosté contra el auto
y me quedé mirando nuestro ventoso y desordenado ático
donde los antiguos amontonaron trastos viejos
que pensaron podrían venir bien:
arados, cucharones, osos, leones, un repiqueteo de héroes,
algunas heroínas, un sendero para la vaca blanca, un cisne
y, bien abajo, casi fuera del alcance,
Venus, completamente inmutable con la helada.
Moya Cannon
Traducción: Jorge Fondebrider
Nota: Visitar el blog Poesía de Mujeres es una delicia para los sentidos.
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