A su lado, no pasaba desapercibida. Todos advertían su presencia y su voz, y eso le permitía ser alguien, sentirse viva. A su lado, podía chapotear en los charcos enfundada en un chubasquero, desayunar chocolate con churros, y mancharse, o viajar a China, al Machu Pichu o a Chile. Podía reír escuchando chistes y chismorreos, o jugar al parchís con fichas de colores. Podía charlar, trasnochar e incluso emborracharse compartiendo pacharanes y chupitos. Podía bailar el charlestón, la bachata, o llorar con una canción de Machín. Todo eso, sin embargo, sólo era posible a su lado. Distanciados entre sí, ella volvía al anonimato, ausente y callada. Por eso la hache se deprimía cuando la ce la dejaba sola.
Microrrelato del blog Realidadesparalelos
No hay comentarios:
Publicar un comentario