El cuadro se titulaba "Jean de Dinteville y Georges de Selve", sus protagonistas, aunque ha pasado a la historia con el sobrenombre de Los Embajadores.
Su autor, Hans Holbein el Joven era un pintor alemán, hijo de pintor, pero se formó con los maestros holandeses y los maestros flamencos en Flandes. Era muy amigo de Erasmo, si si, del gran pensador de la época, Erasmo de Rotterdam. De hecho, fue a través de él que entró al servicio de Enrique VIII, tras quedar el rey maravillado por la destreza de Hans para los retratos.
Este cuadro se pintó en 1533 y se conserva en la National Gallery de Londres.
En líneas generales, se podría pensar que es el típico cuadro de corte, como tantos otros que pintó Holbein a lo largo de su carrera pero...no, no es un cuadro más.
Para empezar...el marco histórico
Es una época crucial en la Historia… Y todo se reduce, a grandes rasgos, en intentar mellar la hegemonía del imperio español, que en ese momento recaía sobre Carlos V.
En Francia, Francisco I, archienemigo de nuestro emperador Carlos V, buscaba reforzar sus posiciones contra el imperio español. Para ello, miró hacia el norte, a Inglaterra, donde nos encontramos con un Enrique VIII inmerso en sus problemas de faldas con su esposa española, la «Católica» Catalina de Aragón.
Nos encontramos aquí un triángulo de poder muy interesante: Francia, Inglaterra y España… una triada que se convertiría en cuarteto con la entrada en escena de la Iglesia, mediante su poder más visible: Clemente VII.
En este siglo XVI, España disfrutaba momentos dorados convertida en Imperio al mando de Carlos V, mientras en el resto de Europa se vivían conflictos de intereses resueltos a base de batallas o matrimonios.
En el caso de Inglaterra, la situación era aún más complicada… Cuando el francés Francisco I requería la ayuda de Enrique VIII en su cruzada contra nuestro Carlos V, el Tudor se halló ante un mar de dudas… Por un lado, su esposa, hija de los Reyes Católicos y por tanto tía del emperador español… Por otro lado, Ana Bolena, de la que se había enamorado perdidamente…
En este convulso momento histórico de alianzas de Estados, de intereses enfrentados y pactos entremezclados, se enmarca nuestro cuadro de hoy… Los embajadores.
Los personajes
Dos personajes, dos enviados para un pacto…
Jean de Dintelle Georges de Selve
A la izquierda, Jean de Dintelle, embajador de Francia en Inglaterra. A la derecha, Georges de Selve, Obispo de Lavaur y amiguísimo de Jean, que también desempeñaba funciones diplomáticas ante el imperio romano germánico y la Santa Sede. Como curiosidad, decir que a Georges lo nombraron obispo a los 18 años, no por méritos propios, sino como pago a los servicios que su padre, un rico comerciante, había hecho a la Santa Sede. Así pues, con casi 25 añitos, embajador de la Santa Sede en Inglaterra.
Holbein quiso que no quedara lugar a dudas sobre la identidad de los personajes, por lo que utilizó los detalles que acompañan a uno y a otro. En el caso de Jean de Dintelle, aparece su edad en el puñal que empuña y su identidad en el medallón que lleva colgado al cuello. Respecto a Georges de Selve, sus vestimentas son típicas de un obispo de la época y en el libro sobre el que apoya su mano, aparece su edad, en ese momento, 25 años.
Así pues... ya sabemos que 1533 fue un año marcado por el matrimonio de Enrique VIII con Ana Bolena, un momento peliagudo para Europa, con el Tudor se distanciándose de España haciéndole un feo al rechazar a su esposa española, y los franceses que ven en esto una ocasión para acercarse a Inglaterra.
El pintor… Hans Holbein el joven, inundó el cuadro de simbolismos, de significados ocultos, de objetos sorprendentes y de guiños que han quedado para la Historia, muchos de los cuales aún siguen desconcertando a los expertos.
Los Globos
En el cuadro encontramos numerosos objetos astronómicos que el pintor incluyó premeditadamente, incluyendo en ellos numerosos datos y significados.
El globo terráqueo está centrado en Europa y en él se distingue la linea de separación del Tratado de Tordesillas que dividió el nuevo mundo en 1494 entre España y Portugal, y se puede seguir también la ruta que Magallanes realizó en su vuelta al mundo e incluso algunos trazos de la recién descubierta América.
El globo celeste. A pesar de que la reunión entre los embajadores tuvo lugar en Londres, es curioso que el cielo que señala no corresponde al cielo inglés. La pintura indica una latitud de unos 43º, lo que indicaría el cielo visto desde lugares como España o como el Vaticano.
Instrumentos astronómicos
La estantería superior está repleta de instrumentos astronómicos, entre los que destacan, además del globo, los relojes solares y el torquetum.
Relojes solares: En especial el reloj poliédrico que señala mediante sombras una curiosa fecha que ,aproximadamente, se puede intuir entre el 11 y el 14 de Abril de 1533. Sin embargo, está constatado que durante estos días, el pintor no se encontraba en Londres pintando el cuadro. Este hecho ha desconcertado durante bastante tiempo a historiadores y expertos que aún no se ponen de acuerdo. La tesis más seguida apunta a que puede tratarse del 11 de Abril, ya que en ese año se celebraba el Viernes Santo y podría unirse a la simbología de los libros y el crucifijo que también aparecen en la pintura.
Torquetum: El cuadro de Holbein nos muestra la única ilustración histórica que existe de este singular instrumento. Las primeras noticias que tenemos de este mecanismo que convertía coordenadas, nos llegan de la mano de Ptolomeo, pero durante siglos no se supo nada más de él, hasta la Edad Media donde se realizaron algunos ejemplares que, lamentablemente, no se han conservado. Junto con la máquina de Antiquitera, el torquetum es uno de los misterios más interesantes que se conservan de la antigua Grecia, a pesar de que no ha llegado ninguno hasta nuestros días.
Los libros
Tanto en la estantería superior como en la inferior, nos encontramos con un total de tres libros:
Libro de Aritmética. Se trata de un ejemplar del libro «Eyn newe unnd wohlgründte underweysung aller Kauffmanss Rechnung in dreyen büchern» escrito en 1527 por Peter Apian y dedicado a las prácticas comerciales de la incipiente burguesía comerciante, una clase social que en aquellos años comenzaba a estar en alza.
Libro ÆTATIS SVÆ 25. El libro es un misterio aún, ya que sólo podemos verlo parcialmente. Además, el libro aparece cerrado y con un cierre metálico que deja abiertas muchas incógnitas. La inscripción en sus hojas podría equivaler a la edad de Georges de Selves, que en aquellos días tenía 25 años.
Libro de Cantos Religiosos. En concreto el «Geistlich Gesangbuhli» de Johannnes Walther, sin embargo y cómo podéis ver en el gráfico más abajo, el libro aparece abierto por dos páginas que en el verdadero libro no son consecutivas.
La página de la izquierda corresponde al primer versículo del himno Veni sancte Spiritus de Lutero y la de la derecha la introducción a la Versión abreviada de los Diez Mandamientos también de Lutero. La simbología asociada a este libro y en concreto a estas dos páginas, elegidas a propósito por el pintor, podría indicar el contraste entre la Ley y la Religión, ambas encarnadas también en los dos personajes del cuadro.
Instrumentos musicales
Junto al libro de Cantos al que me he referido en el párrafo anterior, nos encontramos con una serie de instrumentos musicales donde la perspectiva está realmente lograda.
Tanto el Laud con su cuerda rota, como las flautas guardadas en un estuche donde falta una de ellas, abren las puertas a múltiples teorías intentando explicar su significado. Alguna de ellas apunta a la pérdida de armonía y vacío que comenzaba a sufrir la Iglesia católica de aquellos años, y colocadas por el pintor en el ángulo inferior del cuadro, junto a los pies del Obispo Georges de Selves, representante del poder eclesiástico en esta obra.
El crucifijo, medio escondido, en una posición intermedia entre lo que hay delante de la cortina, el mundo de los hombres, y lo que se esconde a su mirada, lo desconocido detrás del telón, simboliza la posición del Cristo intermediario entre aquí abajo y el más allá. Por otra parte, algunos ven en este cuadro la imposible representación de Dios.
Y llegamos a...
Si algo destaca realmente en el cuadro de Hans Holbein es, sin duda, esa "Mancha sepia", la calavera en la parte central de la escena… Una calavera extraña, deformada.
Se encuadra dentro de la técnica de la Anamorfosis y es un prodigio de la técnica pictórica y la perspectiva ya en aquellos años de incipiente Renacimiento.
La Anamorfosis consiste en la representación de figuras o elementos distorsionados, los cuales sólo pueden ser contemplados correctamente desde una determinada perspectiva. Holbein contaba con la ventaja de saber, de antemano, dónde se iba a colocar su obra una vez finalizada, esto es, en la pared de una sala a la que se accedía por una puerta lateral, por lo que, quienquiera que entrara y mirara, desde esa perspectiva el cuadro, se llevaría, como mínimo, una sorpresa.
El uso de calaveras como representación de la muerte del hombre, de la fugacidad de la vida humana o el rápido paso del tiempo, fue muy utilizado por los artistas del Renacimiento. Surgió así, una representación pictórica conocida como Vanitas y que encierra todo este simbolismo en pinturas, esculturas y todo tipo de manifestaciones artísticas.
En el cuadro de Holbein, esta Vanitas ocupa la parte principal del cuadro, deformándolo todo y confundiendo al observador mediante la inclusión de esta fuerte perspectiva de anamorfosis.
Para finalizar, una cita de Lacan sobre el cuadro de Holbein...
«Porque el secreto de este cuadro, del que os he explicado las resonancias, los parentescos con los vanitas, de este cuadro fascinante de presentar, entre los dos personajes engalanados y fijos, todo lo que recuerda, en la perspectiva de la época, a la fatuidad de las artes y las ciencias, el secreto de este cuadro se desvela en el momento en que, alejándonos lentamente de él, poco a poco, hacia la izquierda, y después volvemos, vemos qué significa el mágico objeto flotante. Refleja nuestra propia nulidad en la figura de la cabeza de muerto. Uso, pues, de la dimensión geométrica de la visión para atrapar al sujeto, insinuación evidente del deseo que, por tanto, permanece enigmático.»
Jacques Lacan, Le séminaire, livre XI, Les quatre concepts fondamentaux de la psychanalyse, Seuil
P.D. Por si aún hay dudas acerca del simbolismo que ocultó Holbein el Joven, no hay que olvidar dos instrumentos matemáticos que están, como colocados al azar, sobre la mesa: el compás y la escuadra.