«Necesito sentir para no ser una autómata, recibir descargas eléctricas que alteren el anodino, regular, saludable y mediocre ritmo cardíaco al que ya estaba acostumbrada.
Y esas pequeñas descargas pueden provenir de mi alrededor. Estoy diseñada para maravillarme contando estrellas, disfrutar pisando charcos, aventurar el destino de las flores de diente de león cuando los soplo o pensar en la lucha del viento y las nubes en movimiento. Y aprendí a imaginar mundos ocultos en hojas de papel....intentar averiguar en qué pensaban o qué sentían las personas que escribieron lo que estoy leyendo, dilucidar al artista en su estudio preparando las mezclas de óleos o acuarelas que tiempo después, mucho tiempo en algunos casos, yo miraría sintiendo cómo iba dando cada pincelada....O los pedruscos que tanto y tanto me gustan...y que procuro aprehender.....
Esas pequeñas descargas me recuerdan que soy humana, me hacen sentir viva el tiempo suficiente para coger aire, poner mi corazón a ....150 y volver a su regular latido. Hasta que tú llegaste. Ahora no es que sepa de ti y mi ritmo se altere, es que parece una montaña rusa (que no se entere mi médico). Vuelvo a disfrutar con todo aquello que me hace sentir de carne y hueso, me miro en el espejo y estoy radiante (mal que le pese a la industria cosmética), en definitiva, me siento viva. No es que antes no lo estuviera pero mis obligaciones, libremente adquiridas, habían copado casi la totalidad de mi existencia.
Ahora no. Ahora conviven ambas. Ahora estoy trabajando y cuando sonrío sin motivo sé que me he acordado de ti. Ahora, estoy en la calle, veo algo que me gusta o me emociona y pienso en compartirlo contigo. Ahora he descubierto que mis emociones y sentimientos, que tan bien creía conocer, no son como suponía. Ahora se han roto algunas de las reglas sagradas que tenía. Ahora he descubierto que puedo odiar y desear a la vez, algo impensable hace unas semanas. Ahora he descubierto el placer de compartir lo que me hace sentir...por muy raro que sea, porque sé que tú lo aceptas y lo disfrutas (aunque sea animación o música que no habrías escuchado jamás de los jamases). Y ahora he descubierto que siento miedo al pensar que las presiones ambientales pudieran ser tan fuertes que rompieran la aleación con la que hemos forjado nuestro hilo de plata. Pero para eso estás tú. Para tranquilizarme con tu monstruito, con una travesura preparada como cuando éramos niños. Y sí, esto también es nuevo. Estoy aprendiendo contigo. Es algo que, pase lo que pase, siempre te agradeceré. Y he descubierto, para mi intranquilidad/tranquilidad espiritual, que eres mi destino.»
Escribí ese texto en agosto de 2014. Era una ilusión digna de Houdini. Hasta yo la creí. Al final, se impuso mi disciplina, sacando a relucir, en su máximo esplendor, mi mayor defecto: "Mis responsabilidades están por encima de todo, incluso de mí."
Hoy me he acordado de T. Podría decir en mi defensa que creí en él; por primera vez, creí que él sería aquel que podría romper la maldición que me impide movilizarme, que podría hacerme sentir tan fuerte que rompiera las ataduras de mi armadura. Pero me equivoqué y mi error le causó un daño que no merecía. Él, que fue tan valiente y yo, tan perfecta en mi disciplina. Él, tan humano aunque no lo pareciera, desprendiendo luz, y yo, tan perfecta simulando esa luz, cuando no soy más que un ser oscuro que se esforzaba por sentir para recuperar su humanidad. ¿Acaso pueden los demonios redimirse? No lo sé.
Hace poco me dijeron una frase que he añadido a mi particular diario y que fue fulminante: "Los trenes hay que perderlos corriendo hacia ellos". Desconozco si algún día seré capaz de liarme la manta a la cabeza, bajarme de los tacones y correr, como alma que lleva el diablo, hacia ese tren, aunque sea para perderlo. Tal vez no sabré lo que es vivir de forma plena hasta que eso ocurra. De momento, sigo en mi lugar, allende las estrellas, observando, solitaria.
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