en las que el incesante devenir
fondea; remansos que detienen
el curso natural
de las horas. Son como remolinos
que absorben la energía
y la materia, libre,
recupera su ingravidez y el aire,
cristalizado inmoviliza
toda acción.
Y es que, a veces,
el tiempo también pierde
su tiempo. Después sigue
fluyendo, ajeno siempre
a nuestra condición. Pero nos deja
la desazón de este pequeño lapso
en que fuimos eternos
Rafael Guillén
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