15 jul 2014

Tú, mi invisible...


Yo no necesito tiempo 
para saber cómo eres: 
conocerse es el relámpago. 
¿Quién te va a ti a conocer 
en lo que callas, o en esas 
palabras con que lo callas? 
El que te busque en la vida 
que estás viviendo, no sabe 
mas que alusiones de ti, 
pretextos donde te escondes. 
Ir siguiéndote hacia atrás 
en lo que tú has hecho, antes, 
sumar acción con sonrisa, 
años con nombres, será 
ir perdiéndote. Yo no. 
Te conocí en la tormenta. 
Te conocí, repentina, 
en ese desgarramiento 
brutal de tiniebla y luz, 
donde se revela el fondo 
que escapa al día y la noche. 
Te vi, me has visto, y ahora, 
desnuda ya del equívoco, 
de la historia, del pasado, 
tú, amazona en la centella, 
palpitante de recién 
llegada sin esperarte, 
eres tan antigua mía, 
te conozco tan de tiempo, 
que en tu amor cierro los ojos, 
y camino sin errar, 
a ciegas, sin pedir nada 
a esa luz lenta y segura 
con que se conocen letras 
y formas y se echan cuentas 
y se cree que se ve 
quién eres tú, mi invisible.

La voz a ti debida, versos 388 a 424
Pedro Salinas


Marie en el jardín. Peter Severin Kroyer.

Adagio en G Minor. Albinoni

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