Catrin Welz-Stein
Abre el libro de la tarde por la página
en que la luna, siempre la luna, aparece
entre dos nubes, moviéndose tan lentamente que parecía
que hubieran pasado horas antes de que llegaras a la página siguiente,
donde la luna, ya más brillante, tendiera un camino amenazador
que te apartará de lo conocido y te llevará
hacia esos lugares en los que ocurre lo que has deseado,
una sílaba solitaria puesta como una oración
al borde del sentido, esperando a que digas su nombre
una vez más cuando levantas la vista de la página
y cierras el libro, sintiendo todavía la emoción
de haber habitado en aquella luz, aquel repentino paraíso de sonido.
Mark Strand en "Hombre y camello"
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