Cayetano de Arques-Buigas
...de las personas hay puntos de inflexión?
Siempre he evitado enfrentarme a esa pregunta, aprovechando mi legendario temple para sortearla mientras salía indemne. Pero hace días que está ahí, incordiando, haciéndose notar y con la certeza de que no se irá hasta que no asuma que ha llegado el momento de encararla.
Con miedo y vértigo, sí, pero no lo suficiente como para no procurar argüir una contestación verosímil, he decidido que hoy toca, así pues...¡allá voy!
¿Conoces esa sensación que sobreviene cuando comienzas a ser honesto de verdad contigo mismo? Es como quitarte la coraza que te protegía de ti mismo, como esa muralla que ves y te preguntas si es para proteger del exterior o para impedir que salgas del interior. Pues en ello estoy ahora y es doloroso porque pensaba que me conocía "a fondo", todos mis recovecos, cuevas y simas...me equivocaba. Tantos años de disciplina espartana para topografiar y explorar mis más recónditos y oscuros anhelos, para controlar al monstruo al que todos temían y que debía mantener en una jaula. ¡Qué ilusa!
Hace algún tiempo que comencé a ver mi entorno con más claridad y tengo una disposición real y honesta a valorar mis compromisos, tanto los libremente adquiridos como los que he de adquirir para conmigo. Y duele porque mi punto de inflexión nace del sufrimiento que ocasiona la certeza de que había algo que no estaba completo, que no estaba cubierto, una sensación de que no era plena, no era feliz, que a mi existencia le fallaba o faltaba alguna pieza que convirtiera al puzzle de tropecientas mil piezas en un cuadro digno de algún maestro renacentista.
Es complicado llegar a esa conclusión si todo lo que se ve desde fuera encaja con lo que los demás esperan de ti y de tu posición, si tu vida cumple con las expectativas que se tenían de ti respecto a familia y sociedad, incluso si tú tienes momentos felices dentro de esa vida, porque forma parte de ti, tu relación en el universo material que todos ven (con una pareja que te quiere), una familia a la que adoras (aunque no exista cosanguinidad), un trabajo que te gusta (casi siempre), unos amigos que están ahí...todo ello es bueno y satisfactorio si no fuera por...lo malo, esa molesta piececita que, aunque olvidada y durmiente, se despereza de vez en cuando para recordarte que está ahí y que no has encontrado su lugar. Todo eso me ronda desde hace algún tiempo.
Y heme aquí que llego a mi punto de inflexión...donde dudo de todo, pongo el marcador a cero y valoro desde la nada lo que me hace feliz, lo que forma parte intrínseca de mí, mi Yo atómico, mi Esencia inmutable. Fuera sufrimiento absurdo e innecesario por negar que no me sentía plena, fuera ideales mochila, fuera luchar por las metas de los demás... ¿Qué me hace feliz? ¿Por qué merece la pena luchar? ¿Quién me merece? ¿Cuál es mi Verdad? ¿Qué sería si pudiese Ser? Este es mi punto de inflexión.
Me ha asombrado descubrir, desnuda de todo lo superfluo, que ahora me encuentro explorando, como en un retorno al vientre materno, a la fuente de la vida, a la Luz de la que emanamos, las respuestas a esas preguntas, cuestionando valores que daba por buenos o de obligado cumplimiento. Reconozco que no está siendo todo lo fácil que pudiera parecer, hay momentos de ansiedad, de desesperación (soy impaciente aunque lo disimulo bien), momentos de querer coger lo que quiero sin importarme el daño que pudieran sufrir los demás (pero los quiero lo suficiente como para anteponerlos -mis principios básicos han salido reforzados-), y momentos de dudas, muchas dudas que no me han tumbado porque en el fondo, en mi esencia atómica, sé que mi destino y el propósito vital para el que me crearon está ahí, esperándome. He descubierto también que mi integridad es ahora más fuerte, más capaz, con más coraje y más honesta con quien debe serlo, conmigo.
Esta es mi Verdad.
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